Tres, y hasta cuatro si se cuenta a los haush, desaparecidos demasiado prematuramente, cuatro pueblos minúsculos-en total unos veinte mil individuos-se repartían la Tierra del Fuego antes de la llegada de los blancos: los alacalufes (o yámanas), los yaghanes (o selk'mans) y sus primos cercanos, los huash. Los dos primeros vivían sobre el agua, como nómades que atravaesaban con sus canoas el inmenso laberinto marítimo; los alacalufes en el estrecho de Magallanes, en los mares de Skyring y de Otway y en todo ese universo desconocido de los fiordos, de pasos y de canales que se extienden por el Chile austral, entre el glaciar infranqueable del hielo Patagónico y el océano Pacífico. Los yaghanes, en el canal de Beagle y en los archipiélagos del Cabo de Hornos. La tierra firme les inspiraba tal terror que nunca se aventuraban más allá de los arenales donde acampaban. Por el contrario, los onas y los haush se arriesgaban rara vez a poner un dedo en el agua. Eran terricolas, caminantes, cazadores. (....)
Alacalufes y yaghanes no sumaron nunca más de cuatro o cinco mil almas. Se los llama tambien 'indios de las canoas'. Se alimentaban de mejillones crudos, que las mujeres pescaban zambulléndose; de carne de foca o de ballena cuando descubrían una encalleda, de huevos de pájaros de mar, de algas también, y de apio salvaje que crece en la embocadura de los ríos. Iban desnudos, las espaldas cubiertas con una piel de foca(...) Acampaban sobre las arenas, bajo chozas redondas de piel de foca, los chelo (....). Con sus baras talladas en un árbol y forradas de corteza cosida, sus arpones, sus agujas, sis puntas de flecha y de jabalina talladas en hueso de ballena, representaban, de manera primitiva, un milagro de adaptación al medio y al clima.
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